domingo, 22 de agosto de 2010

RELATO DE UN PRESO

Me han encerrado en esta celda. Debe ser un error, yo no he hecho nada. Seguro que acabaré saliendo de aquí en breves. Se darán cuenta de que es un error. Está todo tan oscuro... no puedo ver nada. Seguro que acabaré viendo la luz de la puerta abierta y entonces saldré de aquí.

Cada hora, cada minuto, cada segundo el sentimiento es distinto. Primero el sentimiento de tristeza inunda mi ser, para cambiar radicalmente a un estado de cruenta rabia y finalmente morir en un espasmo de "pasotismo ilustrado".
Y así una y otra vez desde hace ya más de dos semanas. Es una variable tan difícil de sostener que cada día pienso que voy a enloquecer un poco más, si es que no estoy loco ya. Estoy solo, encerrado en una celda, gritando desgarradoramente a las paredes de mi celda, revolcándome en mi propia agonía, como si disfrutase con su contacto, pero más bien lo único que hace es destrozar más los pocos retazos de cordura que aun me quedan.

Encerrado en una celda de la que ansío salir, pero a la vez mi propio ser me impide suplicar la penitencia que deseo.
Sería tan fácil, poder salir, ver el sol, respirar el aire limpio en vez de esta podredumbre viciada que encharca mis pulmones... veo que la puerta de la celda esta abierta, pero cada vez que me incorporo mis piernas fallan, aun estando en buen estado siempre fallan. Empiezo a pensar que no son mis piernas, sino mi falta de cordura lo que me impide salir de aquí.

Oigo continuamente a través de la puerta a los guardias, los cuales podrían abrirme, pero en vez de eso se ríen de mi, me escupen con sus insultos a la cara y omiten mis ruegos.
Continuamente pienso que lo hacen a propósito, les insulto a hurtadillas, les amenazo y les maldigo, pero desde la distancia, encogido en un rincón... sin duda estoy perdiendo el juicio.

Solo rezo por conseguir salir de esta estancia que, sin detenerse un solo segundo, se afana en arrebatarme mi juicio, mi felicidad y, poco a poco, mi vida.

Hoy he descubierto que hay más celdas. Oí gritar a otro preso de dolor. Sin duda está aun más maltrecho que yo. Ese grito no era humano, al menos ya no... no lo podía soportar, no podía soportar ese desgarrador gemido que hacía que la piel se me erizase y mis oídos sangrasen. Al parecer no soy el único demente...

Los días pasan, estoy perdiendo la esperanza, lo único que me quedaba, ya que en los pocos momentos de raciocinio que me quedan descubro sin sorpresa que mi mente esta perturbada, destrozada, hecha jirones, y con ella el orden en mis sentimientos. Comienzo a pensar que nunca saldré de esta cárcel, la oscuridad llena la habitación, como cada vez que se cierra la puerta, no puedo ver ni mi propia piel, ni mis manos, ni mi rostro. Mejor, ya no debe haber nada en mi parecido a mi pasado... ah si, el remoto pasado, ya no recuerdo aquellos tiempos de lucidez. He perdido la cuenta del tiempo, creo que han pasado ya varios años... o tal vez sean días... sin duda alguna ya no queda nada de mi antiguo ser. Creo que nunca saldré de esta agonía.

Un rayo de luz entra por la rendija de la puerta entornada...