viernes, 12 de noviembre de 2010

COMBINE

El tren se detuvo con un fuerte chasquido. La puerta del pequeño vagón se abrió, deslizándose hacia un lado.
Había tres personas más en la pequeña cárcel metálica, todos portando el mismo traje, un mono de trabajo azul y una mirada perdida y desolada en sus ojos.
Cuando bajé del vagón apareció una figura que, desafortunadamente, vería en muchísimas más ocasiones.
Era una figura imponente, con un casco blanco y unos ojos eléctricos.Portaba un peto de cuero negro, recubierto por un chaleco acolchado del mismo color, rodeado por dos raídos cinturones a la altura de la cintura.
Lo más imponente era el arma que sujetaba en la mano, una vara alargada, cargada de la misma energía que cargaba los ojos del ser.

Con una voz que provenía del abismo me instó a salir del vagón. La guerra había comenzado.