lunes, 19 de diciembre de 2011

Soledad

-¿Alguna vez has sentido este tipo de presión? ¿Te has visto alguna vez impulsado a hacer esto? -Dijo Nathan con voz calmada.
-Sí, ¡por supuesto que me he sentido así! ¡Trabajo 8 horas diarias en un cubículo sin más contacto que el de un teléfono!, ¡yo también me siento solo, pero tira ya la puta pistola! -Arguyó Owen.
-¡¡Solo!! -Exclamó Nathan. -¡Afirmas con descaro estar solo! Tú llegas a tu casa y te encuentras con una mujer esperándote, con tus hijos jugando, haciendo los deberes o durmiendo. Cuando llegas tiras tu gabardina en un rincón, sueltas la maleta junto al recibidor y te sirves un vaso de whisky mientras charlas con tu mujer sobre cómo fue el trabajo siguiendo las mismas pautas rutinarias que el día anterior. ¡No valoras lo que tienes!, ¡no mereces lo que tienes! -Exclamó Nathan. -Cada mañana me levanto solo en mi cama, ando los mismos siete metros hasta la ducha, con el ruido de los coches retumbando de fondo. Salgo de mi casa y voy a trabajar, donde realizo las mismas tareas cada mísero día. ¡Llego a mi casa 8 horas después y es probable que aún no haya intercambiado una sola palabra! Mis padres han muerto, no tengo familiares cercanos en los que apoyarme, los únicos que conozco comentarían mi muerte solo en caso de leerlo en las necrológicas, ¡y no duraría más de dos minutos! Mis amigos me repudian, los pocos en quien creía poder confiar me han rechazado, o han cerrado sus vidas bajo el manto matrimonial. ¡Mi vida es un infierno!, ¡una película con un único protagonista y sin actores secundarios!, ¡ni siquiera jodidos extras!, ¡un monólogo que nadie escucha!, ¡una canción que no se reproduce! Y la única persona a la que quiero, en quien confío, quien me apoya... ¡desaparece sin más! ¡¡No vuelvas a tener el descaro de afirmar que estás solo!!
-Owen guardó silencio. Una gota de sudor perlaba su frente. Su mente alborotada solo pensaba en salir de ahí de una sola pieza, nada más le importaba. Nathan, su compañero de trabajo, estaba ahí delante, apuntándole con un arma mientras le desnudaba su alma, pero él solo quería escapar de allí.
-Saldremos de esta tío, conozco un bar cojonudo, suelen acudir chicas muy guapas y solteras, estoy seguro de que...
-¡¡No has entendido nada!! -Interrumpió Nathan. -¡Sigues siendo igual de ciego e igual de estúpido!, pero vas a pagar caro tu error... amigo. Apareciste en el momento y el lugar equivocado, y ahora vas a empezar a pagar. -Dijo Nathan mientras apuntaba a la cabeza de su colega.
Owen cerró los ojos con fuerza mientras sus piernas le temblaban. Habría pensado en el breve resumen de su vida, analizando sus logros, pero su cerebro estaba demasiado embotado para siquiera sostenerle en pie sin esfuerzo. De todas maneras no habría llegado a ningún resultado satisfactorio.

Un estruendo martilleó en la cabeza de Owen. Prestó atención en los signos de dolor, pero a parte del lacerante sonido en sus oídos, nada parecía distinto. Con gran lentitud fue abriendo los ojos. Nathan estaba tirado en el suelo, recostado en la pared con la mirada perdida en el infinito y su boca inhumanatmente abierta. Sus sesos esparcidos por toda la pared, y un charco de sangre bañaba sus piernas. Owen tardó unos segundos en reaccionar, una vez aclaró su mente comenzó a vomitar, y justo después llamó a la policía.

Meses después la mujer de Owen le abandonó, llevándose a sus dos hijos, dejando al orondo y calvo padre con deudas que le ahogaban. Tuvo que vender la casa y mudarse al extrarradio, donde no conocía a nadie. Todos sus amigos, los Wright, los Wilson, los Orem... ahora era un pobre divorciado, sin nadie a quien acudir, no tenían nada que tratar con él, era simplemente patético, un fracaso...

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